Por: Cristina F. Pereda
| 30 de
enero de
2013
En Estados Unidos residen en la actualidad 40,4 millones de inmigrantes, según el análisis del Pew Research Center a partir del último censo de población. La cifra ha crecido constantemente durante la última década, con un aumento de casi dos millones y medio desde 2007.
El estudio confirma también el crecimiento de la población indocumentada en la última década, hasta 11,1 millones de personas. La cifra permanece estable, sin embargo, desde hace dos años, cuando la crisis económica en EE UU, una mejora de las condiciones de vida en los diferentes países de origen -especialmente en América Latina- y las medidas contra la inmigración ilegal impuestas por la Administración Obama redujeron las entradas ilegales en el país.
Este martes, el presidente dedicó el primer discurso de su segundo mandato a presionar al Congreso para que apruebe una reforma del sistema de inmigración y que ésta incluya la regularización de los 11,1 millones de indocumentados. Desde Las Vegas, Obama afirmó que “salvo que ustedes sean indios-americanos, todos ustedes vienen de otro país”, y las estadísticas lo confirman. EE UU sigue siendo el país preferido por los emigrantes de todo el mundo, muy por delante de Rusia -segundo en la lista- que cuenta con 12,3 millones de inmigrantes.
Los 40,4 millones de extranjeros que viven en EE UU, incluidos los indocumentados, suponen el 13% de la población total del país. El porcentaje es inferior al de principios del siglo XX, cuando la oleada de inmigrantes que cruzaron las fronteras estadounidenses entre 1890 y 1920 lo empujó hasta el 15%. Los nuevos inmigrantes, llegados especialmente después de los años 70, proceden además en su mayoría desde América Latina (el 50%) y de Asia (27%) y los tres principales países de origen son México, India y China, según datos del Instituto de Política de Inmigración.
La inmigración irregular también ha dibujado un perfil distinto de los nuevos inmigrantes: en 2010, el 58% de los indocumentados tenía nacionalidad mexicana; cerca de uno de cada diez tenía menos de 18 años; dos de cada tres había residido en EE UU al menos durante 15 años y casi la mitad (46%) tenía hijos estadounidenses, contribuyendo a que 4.5 millones de recién nacidos en EE UU descendieran de ‘sin papeles’.
Se estima además que el 45% de la población extranjera del país ha obtenido la nacionalidad estadounidense, con una distribución desigual en diferentes partes del país. En Nueva York, por ejemplo, el Estado con la segunda población de inmigrantes más grande, el 52% ha obtenido la nacionalidad, mientras que en Texas el porcentaje es del 33%.
Los indocumentados representan además el 25% de los trabajadores agrícolas, una cifra que no incluye a los empleados temporales del campo, por lo que la proporción total puede ser mayor.
El nuevo perfil del indocumentado ha afectado también a la composición de las familias norteamericanas. Las estimaciones de 2011 apuntan a que 9 millones de personas pertenecen a grupos familiares en los que hay inmigrantes indocumentados y otros regularizados. Esta situación auspició un aumento de las críticas por parte de la comunidad hispana sobre el presidente Obama cuando éste centró su política de inmigración en las deportaciones -cerca de 400.000 cada año desde que llegó a la Casa Blanca- por las consecuencias que tenían en familias enteras, muchas de ellas con niños estadounidenses obligados a separarse de sus padres, expulsados.
Por otro lado, el miedo a las deportaciones empujó a muchos hispanos a participar en las últimas elecciones presidenciales, consolidando la reelección de Obama como método de presión para lograr una reforma del sistema de inmigración y con la esperanza de que esta ayude a regularizar a sus familiares indocumentados.
En Estados Unidos residen en la actualidad 40,4 millones de inmigrantes, según el análisis del Pew Research Center a partir del último censo de población. La cifra ha crecido constantemente durante la última década, con un aumento de casi dos millones y medio desde 2007.
El estudio confirma también el crecimiento de la población indocumentada en la última década, hasta 11,1 millones de personas. La cifra permanece estable, sin embargo, desde hace dos años, cuando la crisis económica en EE UU, una mejora de las condiciones de vida en los diferentes países de origen -especialmente en América Latina- y las medidas contra la inmigración ilegal impuestas por la Administración Obama redujeron las entradas ilegales en el país.
Este martes, el presidente dedicó el primer discurso de su segundo mandato a presionar al Congreso para que apruebe una reforma del sistema de inmigración y que ésta incluya la regularización de los 11,1 millones de indocumentados. Desde Las Vegas, Obama afirmó que “salvo que ustedes sean indios-americanos, todos ustedes vienen de otro país”, y las estadísticas lo confirman. EE UU sigue siendo el país preferido por los emigrantes de todo el mundo, muy por delante de Rusia -segundo en la lista- que cuenta con 12,3 millones de inmigrantes.
Los 40,4 millones de extranjeros que viven en EE UU, incluidos los indocumentados, suponen el 13% de la población total del país. El porcentaje es inferior al de principios del siglo XX, cuando la oleada de inmigrantes que cruzaron las fronteras estadounidenses entre 1890 y 1920 lo empujó hasta el 15%. Los nuevos inmigrantes, llegados especialmente después de los años 70, proceden además en su mayoría desde América Latina (el 50%) y de Asia (27%) y los tres principales países de origen son México, India y China, según datos del Instituto de Política de Inmigración.
La inmigración irregular también ha dibujado un perfil distinto de los nuevos inmigrantes: en 2010, el 58% de los indocumentados tenía nacionalidad mexicana; cerca de uno de cada diez tenía menos de 18 años; dos de cada tres había residido en EE UU al menos durante 15 años y casi la mitad (46%) tenía hijos estadounidenses, contribuyendo a que 4.5 millones de recién nacidos en EE UU descendieran de ‘sin papeles’.
Se estima además que el 45% de la población extranjera del país ha obtenido la nacionalidad estadounidense, con una distribución desigual en diferentes partes del país. En Nueva York, por ejemplo, el Estado con la segunda población de inmigrantes más grande, el 52% ha obtenido la nacionalidad, mientras que en Texas el porcentaje es del 33%.
Los indocumentados representan además el 25% de los trabajadores agrícolas, una cifra que no incluye a los empleados temporales del campo, por lo que la proporción total puede ser mayor.
El nuevo perfil del indocumentado ha afectado también a la composición de las familias norteamericanas. Las estimaciones de 2011 apuntan a que 9 millones de personas pertenecen a grupos familiares en los que hay inmigrantes indocumentados y otros regularizados. Esta situación auspició un aumento de las críticas por parte de la comunidad hispana sobre el presidente Obama cuando éste centró su política de inmigración en las deportaciones -cerca de 400.000 cada año desde que llegó a la Casa Blanca- por las consecuencias que tenían en familias enteras, muchas de ellas con niños estadounidenses obligados a separarse de sus padres, expulsados.
Por otro lado, el miedo a las deportaciones empujó a muchos hispanos a participar en las últimas elecciones presidenciales, consolidando la reelección de Obama como método de presión para lograr una reforma del sistema de inmigración y con la esperanza de que esta ayude a regularizar a sus familiares indocumentados.